Cristóbal Colón, después del segundo viaje a las Indias, se vio obligado a defenderse del escepticismo que rodeaba su reciente descubrimiento. Para ello, y para reafirmarse en sus teorías, hizo acopio de ejemplares de las más reconocidas enciclopedias, tratados geográficos y libros de viajes. Se nutrió de las lecturas de las obras de Marco Polo, Eneas Silvio Piccolomini (Pío II), Historia Natural de Plinio el Viejo y Las Vidas de Plutarco. Pero sin duda alguna, la obra que más influencia ejerció en Colón fue La Imago Mundi de Pedro D´Ailly. Todos estos ejemplares presentan múltiples anotaciones al margen del mismo Almirante y de su hijo Hernando.
La Imago Mundi o Tractatus de Imagine Mundi (1410), debe su autoría al Cardenal Pedro D´Ailly, geógrafo y teólogo francés, que nació en Compiègne en 1350; fue Obispo de Cambray y más tarde lo nombraron Cardenal en 1412. Durante algunos años fue confesor del rey Carlos VI. Su obra está compuesta por veintiún tratados, de los que se puede decir que dieciséis fueron escritos por el propio D´Ailly, y los cinco restantes por su discípulo Pierre Gerson, canciller de París. En todos ellos se tratan las mismas disciplinas: la astronomía, la cosmografía, el conocimiento del mundo, etc. Las bases teóricas y científicas del autor radican en la demostración de la forma esferoidal de la tierra así como en la unidad del océano; cabe destacar que en dicha obra figuran múltiples referencias a las teorías geográficas y cosmográficas de Ptolomeo.
Con motivo de la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América, la editorial Testimonio ha creado la colección "Tabula Americae", dedicada a difundir en reproducciones facsímiles los manuscritos y documentos relativos al descubrimiento de Nuevo Mundo y las culturas precolombinas. Una de las obras publicadas es un ejemplar de Imago Mundi, impresa en Lovaina por Juan de Westfalia en 1483 y conservada en la Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla. Todo el libro, como se ha dicho previamente, está salpicado de numerosas apostillas, 898 concretamente.
Llama la atención que los márgenes del capítulo referente a las Indias (léase Asia) están verdaderamente cubiertos de notas. Son abundantes las descripciones que figuran en su contenido: piedras y materiales preciosos, seres fantásticos e imaginarios, etc. Las menciones a las islas repletas de perlas están subrayadas también, lo que evidencia la fascinación que todo ello ejercía sobre Cristóbal Colón, que aparece como hipnotizado ante territorios tan bellos y tan generosamente dotados de grandes riquezas.
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