Por la Biblioteca del
Museo de Zamora
El pasado 2 de noviembre, Día de los Difuntos, fui con mi
madre y mi tío a la procesión de la
Cofradía de las Ánimas. Ya había ido en otra ocasión, hace
muchos años y bueno, el recuerdo era más impresionable de lo que esta vez fue.
Y es que se procesiona a eso de las 20:15 por las oscuras calles del
cementerio, alumbrados solamente con candiles y velas, mientras se reza el
rosario por los que ya no están. Se trata de un acto sumamente religioso.
Quise volver un poco por curiosidad para afianzar mi
recuerdo y porque es una tradición, que como otras, me gusta participar, y creo,
no hay que dejar perder.
Evidentemente, entre los fondos de nuestra biblioteca
tenemos multitud de publicaciones que tratan sobre la muerte, ya sea de ritos
funerarios, necrópolis de múltiples periodos cronológicos, siempre relacionados
con la cultura y los restos arqueológicos. Así, me viene a las manos la obra de
Javier Arce, Memoria de los antepasados : puesta en escena y desarrollo del elogio
fúnebre romano, editada en 2000. En general, la obra habla sobre la laudatio funebris.
En la introducción presenta el tema hablando de la
apelación a los antepasados, en los momentos culminantes y emocionales o de
crisis de un pueblo, los antepasados pueden desempeñar un papel a la vez
ejemplificador y comunicativo, paradigmático y protector, ya que apelamos a su protección
real y viva.
Esta apelación a los antepasados es un llamamiento a la
memoria histórica, un antiguo fenómeno ritual y sociológico que se encuentra
reflejado en la historia romana. El recuerdo de los antepasados sucede siempre
en momentos de crisis, grandes peligros que pueden amenazar a la colectividad y
a su cohesión, o a la muerte.
Entre los romanos, la apelación a los antepasados como
ejemplo de ética de comportamiento tuvo en el periodo republicado (508 aC .-27aC.) una
importancia singular. Su expresión material fue lo que los latinos llamaron laudation
funebris, el discurso fúnebre
pronunciado ante la presencia eral del cadáver en la tribuna del foro, ante un
amplio auditorio de amigos, familiares, interesados y curiosos. Y es que era
algo más que un discurso, era un ritual que formaba parte de la ceremonia
funeral; en ella, los antepasados del difunto se encontraban “presentes”
mediante máscaras que, siendo de gran parecido a los antecesores familiares, se
ponían los individuos que representaban así su papel. Se representaba así la
ceremonia de la laudatio como una
verdadera dramatización de la vida y hazañas, no solo del difunto, sino también
de sus antepasados.
Así, la laudatio
funebris era una parte esencial de la ceremonia de los funerales romanos.
Inscripción de Augusta Emérita en la que se decreta para
el difunto, entre otras cosas, una laudatio
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Y como muchas herencias de los antiguos romanos, todavía
hoy el discurso fúnebre es un componente indisolublemente integrado en las
exequias, sobre todo de personajes relevantes.
Dice el autor eso, que se apelaba a los antepasados en
tiempos de crisis de los pueblos… Tendremos que solicitar ayuda a los nuestros,
en estos tiempos actuales?
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