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lunes, 5 de noviembre de 2012

La laudatio funebris


Por la Biblioteca del Museo de Zamora

El pasado 2 de noviembre, Día de los Difuntos, fui con mi madre y mi tío a la procesión de la Cofradía de las Ánimas. Ya había ido en otra ocasión, hace muchos años y bueno, el recuerdo era más impresionable de lo que esta vez fue. Y es que se procesiona a eso de las 20:15 por las oscuras calles del cementerio, alumbrados solamente con candiles y velas, mientras se reza el rosario por los que ya no están. Se trata de un acto sumamente religioso.
Quise volver un poco por curiosidad para afianzar mi recuerdo y porque es una tradición, que como otras, me gusta participar, y creo, no hay que dejar perder.

Evidentemente, entre los fondos de nuestra biblioteca tenemos multitud de publicaciones que tratan sobre la muerte, ya sea de ritos funerarios, necrópolis de múltiples periodos cronológicos, siempre relacionados con la cultura y los restos arqueológicos. Así, me viene a las manos la obra de Javier Arce, Memoria de los antepasados : puesta en escena y desarrollo del elogio fúnebre romano, editada en 2000. En general, la obra habla sobre la laudatio funebris.

En la introducción presenta el tema hablando de la apelación a los antepasados, en los momentos culminantes y emocionales o de crisis de un pueblo, los antepasados pueden desempeñar un papel a la vez ejemplificador y comunicativo, paradigmático y protector, ya que apelamos a su protección real y viva.
Esta apelación a los antepasados es un llamamiento a la memoria histórica, un antiguo fenómeno ritual y sociológico que se encuentra reflejado en la historia romana. El recuerdo de los antepasados sucede siempre en momentos de crisis, grandes peligros que pueden amenazar a la colectividad y a su cohesión, o a la muerte.
Entre los romanos, la apelación a los antepasados como ejemplo de ética de comportamiento tuvo en el periodo republicado (508 aC.-27aC.) una importancia singular. Su expresión material fue lo que los latinos llamaron laudation funebris, el discurso fúnebre pronunciado ante la presencia eral del cadáver en la tribuna del foro, ante un amplio auditorio de amigos, familiares, interesados y curiosos. Y es que era algo más que un discurso, era un ritual que formaba parte de la ceremonia funeral; en ella, los antepasados del difunto se encontraban “presentes” mediante máscaras que, siendo de gran parecido a los antecesores familiares, se ponían los individuos que representaban así su papel. Se representaba así la ceremonia de la laudatio como una verdadera dramatización de la vida y hazañas, no solo del difunto, sino también de sus antepasados.
Así, la laudatio funebris era una parte esencial de la ceremonia de los funerales romanos.
Inscripción de Augusta Emérita en la que se decreta para el difunto, entre otras cosas, una laudatio

Y como muchas herencias de los antiguos romanos, todavía hoy el discurso fúnebre es un componente indisolublemente integrado en las exequias, sobre todo de personajes relevantes.

Dice el autor eso, que se apelaba a los antepasados en tiempos de crisis de los pueblos… Tendremos que solicitar ayuda a los nuestros, en estos tiempos actuales?

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