Páginas

martes, 2 de abril de 2013

¿Se puede fumar en una biblioteca? En la del Nautilus, si…

Por Biblioteca del Museo Etnográfico de Castilla y León

Hace ya bastante tiempo hablamos de algunas bibliotecas de leyenda o bibliotecas imaginarias; de hecho, el primer post de este blog se dedicó a La Biblioteca de Amarganz. Poco después, hablamos de la biblioteca que esconde el lago de Brenavinto, en Cantabria, donde una hermosa anjana de cabellos dorados lee los libros aún no escritos.

Hoy vamos a dedicar esta entrada a otra de esas bibliotecas fantásticas en las que nos gustaría estar al menos una vez en la vida, la biblioteca del Nautilus.

Nemo y el profesor Aronnax en la biblioteca del Nautilus
 
Julio Verne, en “20.000 leguas de viaje submarino” da vida a un personaje realmente apasionante, el Capitán Nemo, y a una no menos apasionante biblioteca, la del Nautilus, el submarino en el que Nemo construye su mundo.

De la personalidad del capitán Nemo hay mil artículos escritos, incluso buscando por google aparecen perfiles psicológicos de este personaje de ficción, la verdad es que no es para menos, la maestría de Julio Verne construyendo la personalidad de los protagonistas de sus novelas es evidente. 

El caso es que si damos por bueno el clásico axioma de la literatura que dice que cada personaje literario tiene algo del autor, podemos entender sin lugar a dudas que Julio Verne llevaba un bibliotecario dentro, veámoslo:

La colección de la biblioteca del capitán Nemo es amplia y compuesta por monografías, publicaciones periódicas e incluso publicaciones efímeras (folletos).

«Capitán Nemo, le dije a mi anfitrión que acababa de arrellanarse en un sofá, he aquí una biblioteca que sería motivo de lustre para más de un palacio de los continentes, v me maravilla pensar que puede usted llevarla consigo a lo más profundo de los mares.

-¿Dónde se hallaría más soledad, más silencio, señor profesor?, respondió el capitán Nemo. ¿Le brinda a usted su gabinete de trabajo en el Museo un reposo tan completo?

-No, señor, Y he de añadir que es muy pobre en comparación con el suyo. Tiene usted aquí seis o siete mil volúmenes.

-Doce mil, señor Aronnax. Son los únicos vínculos que conservo con la tierra. Pero el mundo terminó para mí el día en que mi Nautilus se sumergió por vez primera. Ese día, adquirí mis últimos volúmenes, mis últimos folletos, mis últimos periódicos, y desde entonces me imagino que la humanidad no ha pensado ni escrito más»

La política de adquisiciones es impecable, la calidad del fondo está fuera de toda duda. Por ponerle algún pero, Nemo desarrolla ciertas manías vetando tratados relacionados con la “economía política”, por otro lado, no le culpo, si yo tuviera que aislarme del mundo con una gran biblioteca creo que tampoco llevaría ni un solo libro de “economía política”, de hecho, ni de economía, ni de política.

«Libros de ciencia, de moral y de literatura, escritos en todos los idiomas, abundaban allí; pero no vi una sola obra de economía política, que al parecer estaban severamente proscritas a bordo…

Entre esos libros noté las obras maestras de los autores antiguos y modernos, es decir, todo lo más hermoso que la humanidad ha producido en historia, poesía, novela y ciencia, desde Homero hasta Víctor Hugo, desde Jenofonte hasta Michelet, desde Rabelais a Jorge Sand. Pero la ciencia, más particularmente, hacía el gasto en aquella biblioteca; los libros de mecánica, de balística, de hidrografía, de meteorología, de geografía, de geología, cte., ocupaban un lugar no menos importante que las obras de historia natural»

El problema de Nemo como bibliotecario es que es algo anárquico, imposible encontrar un libro en su sitio, no sigue ningún sistema de clasificación conocido ni lógico. Esto imposibilita totalmente el libre acceso a las publicaciones de los usuarios, bueno, en realidad se trata de una biblioteca sin usuarios, pero bueno…

«Detalle curioso, todos los libros se veían colocados sin orden determinado, cualquiera fuere la lengua en que estaban escritos, y esa mezcolanza indicaba que el capitán Nemo debía leer habitualmente los volúmenes según le cayeran a mano»

Ahora, lo que como bibliotecario es del todo inadmisible es que se permita fumar, eso es intolerable en cualquier biblioteca…

-No sólo es esta sala una biblioteca, sino también salón de fumar, dijo el capitán Nemo.
-¡Salón de fumar!, exclamé. ¿Se fuma, pues, a bordo?
-Sin duda.

Por cierto, creo que todos los bibliotecarios de España tenemos un poco de capitán Nemo y nuestras bibliotecas de Nautilus… Desde el comienzo de la crisis y la eliminación de presupuesto para nuevas adquisiciones también nos debemos de imaginar que desde entonces «la humanidad ni ha pensado ni escrito más».

No hay comentarios:

Publicar un comentario