Por Biblioteca del Museo Etnográfico de Castilla
y León
«Nadie
es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una
parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa
queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos,
o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy
ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan
las campanas: doblan por ti»
John Donne. Devotions Upon Emergent Occasions
Cita
inicial en «Por quién doblan las campanas» de Ernest
Hemingway
Cuando éramos pequeñucos el
campanario era aquel lugar al que no te dejaban subir, las escaleras eran muy
pindias e irregulares y una caída podía ser desastrosa. Evidentemente, bastaba
con que no te dejaran subir para intentarlo continuamente.
La altura del
campanario - desde el que se veían todas las casas del pueblo - y el jaleo de
sogas entre las campanas era algo que a todos los chavales nos
llamaba la atención.
Estoy seguro de que uno de los recuerdos más intensos de todos los que hemos pasado parte de nuestra vida en algún pueblo es el sonido de las campanas.
Las campanadas horarias regían
nuestro tiempo, cuando la única obligación que teníamos era regresar a casa
para comer o coger el bocadillo y acto seguido, subirnos de nuevo a la bici y
salir pitando para juntarnos con los amigos.
Durante las fiestas del pueblo
las campanas repicaban continuamente colaborando en el bullicio general de la plaza y los domingos era el tañer de las campanas las que te despertaban avisando a misa.
Pero sin duda hay dos toques de
campana que se quedan grabados en la memoria de un niño: el toque de difuntos y
el toque de alarma, generalmente por algún fuego.
El toque de difuntos, monótono y lúgubre,
anunciaba el fallecimiento de algún vecino; rápidamente la noticia corría como
la pólvora por el valle, ¿quién se ha muerto? ¿Cómo ha sido?
Las campanas
anunciaban la misa de difuntos y acompañaban durante todo el camino al
cementerio. Aún hoy me impresiona escuchar el sonido de las campanas tocando a
difuntos.
Toque a difuntos. Campanas de Valdunciel (Salamanca). Campanero: Antonio Castañeda |
Otro toque grabado en mi
memoria es el de “arrebato”, generalmente anunciando un incendio o una crecida
muy fuerte y repentina del río.
Cuando las campanas sonaban ‘a
fuego’ todo el mundo acudía con lo que podía a echar una mano, se movilizaba
rápido el pueblo, sin duda.
Toque a fuego. Campanas de Almazán (Soria). Campaneros: Vicente Valtueña y Antonio Lacalle (1988) |
Aquí os he contado un par de
toques de campana rescatados de mis recuerdos de chaval pero, como siempre,
quien quiera profundizar en el lenguaje de las campanas puede encontrar
bibliografía y grabaciones sonoras en esta biblioteca a su disposición.
Pero os aviso, por muy buena
que sea esta biblioteca, nunca podrá superar a la biblioteca de nuestros
recuerdos.
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