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miércoles, 17 de octubre de 2012

¿Cuánto podrían sacarle al trasero de una verdadera campesina?


Por Biblioteca del Museo Etnográfico de Castilla y León

«Al lado de la tienda de lanas hay un anticuario. En este momento tienen una cuna en el escaparate. Si tuviera la mía, la vendería. Una vez entré y pregunté el precio de una banqueta de ordeñar. Adivina por cuanto la venden. Si cuestan tanto, les dije ¿Cuánto valgo yo? Me podrían vender parte por parte. Podrían pedir diez mil francos por una mano ordeñadora. Podrían pedir cincuenta mil por un brazo ¿Cuánto podrían sacarle, les pregunté, al trasero de una verdadera campesina?»
(John Berger. Puerca tierra)

El pasado lunes, 15 de octubre, se celebró el Día Internacional de las Mujeres Rurales. En fin, un día más de estos que sitúan en el calendario las Naciones Unidas y que, más allá de ser un filón extraordinario para los editores de los telediarios que dedican unos minutillos al tema,  no valen absolutamente para nada… Al día siguiente se conmemora otra cosa y van quedando en el olvido unos días sobre otros.

Por desgracia, quizás dentro de poco tiempo, más que conmemorar el día de la mujer rural haya que recordarlo como un hecho del pasado. Nuestras abuelas se van marchando hacia “otros mundos” y los pueblos y aldeas se van vaciando a la par que aumenta el número de esquelas en el periódico local.  Los núcleos rurales van quedando vacíos…

Tradicionalmente la mujer rural, además de las labores del hogar y la crianza de los hijos,  llevaba  - y aún lleva - casi la totalidad de las labores de cultivo, la siembra, el cuidado de los animales domésticos y ya metidos en el invierno, tareas de hilado, desgranado del maíz y un sinfín de tareas más.

Precisamente esos inviernos pasados en la cocina al calor de la lumbre han sido nuestra memoria popular y han construido nuestros recuerdos de la infancia. Hilandares, filandones, hilorios, veladas, seranos, jilas o fiadas han sido la cadena de transmisión del patrimonio oral.


Rosario, 88 años. Prelo (Boal, Asturias). 1997. Foto: Mariola Carbajal.

Me pregunto cuantas familias apostarán hoy  por vivir en un pueblo… Cuántas mujeres podrán seguir hilando su destino en la cocina de una pequeña aldea.

Es difícil, casi no hay opciones. Se cierran consultorios médicos en los pueblos, se da cerrojazo a muchas escuelas rurales e incluso se incomunica a su población suprimiendo líneas de autobuses…

¿Por qué no son nuestras abuelas Patrimonio de la Humanidad? ¿Por qué no se invierte en conservar un estilo de vida como un hecho cultural y patrimonial? ¿Por qué las tijeras recortan hasta el último hilo de nuestros recuerdos?

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