martes, 28 de mayo de 2013

Por quién doblan las campanas


Por Biblioteca del Museo Etnográfico de Castilla y León

«Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti»

John Donne. Devotions Upon Emergent Occasions
 Cita inicial en «Por quién doblan las campanas» de Ernest Hemingway

Cuando éramos pequeñucos el campanario era aquel lugar al que no te dejaban subir, las escaleras eran muy pindias e irregulares y una caída podía ser desastrosa. Evidentemente, bastaba con que no te dejaran subir para intentarlo continuamente. 
La altura del campanario - desde el que se veían todas las casas del pueblo - y el jaleo de sogas entre las campanas era algo que a todos los chavales nos llamaba la atención.


Estoy seguro de que uno de los recuerdos más intensos de todos los que hemos pasado parte de nuestra vida en algún pueblo es el sonido de las campanas.
Las campanadas horarias regían nuestro tiempo, cuando la única obligación que teníamos era regresar a casa para comer o coger el bocadillo y acto seguido, subirnos de nuevo a la bici y salir pitando para juntarnos con los amigos.

Durante las fiestas del pueblo las campanas repicaban continuamente colaborando en el bullicio general de la plaza y los domingos era el tañer de las campanas las que te despertaban avisando a misa.

Pero sin duda hay dos toques de campana que se quedan grabados en la memoria de un niño: el toque de difuntos y el toque de alarma, generalmente por algún fuego.

El toque de difuntos, monótono y lúgubre, anunciaba el fallecimiento de algún vecino; rápidamente la noticia corría como la pólvora por el valle, ¿quién se ha muerto? ¿Cómo ha sido?
Las campanas anunciaban la misa de difuntos y acompañaban durante todo el camino al cementerio. Aún hoy me impresiona escuchar el sonido de las campanas tocando a difuntos.

Toque a difuntos. Campanas de Valdunciel (Salamanca). Campanero: Antonio Castañeda
Otro toque grabado en mi memoria es el de “arrebato”, generalmente anunciando un incendio o una crecida muy fuerte y repentina del río.
Cuando las campanas sonaban ‘a fuego’ todo el mundo acudía con lo que podía a echar una mano, se movilizaba rápido el pueblo, sin duda.
 
Toque a fuego. Campanas de Almazán (Soria). Campaneros: Vicente Valtueña y Antonio Lacalle (1988)

Aquí os he contado un par de toques de campana rescatados de mis recuerdos de chaval pero, como siempre, quien quiera profundizar en el lenguaje de las campanas puede encontrar bibliografía y grabaciones sonoras en esta biblioteca a su disposición.
Pero os aviso, por muy buena que sea esta biblioteca, nunca podrá superar a la biblioteca de nuestros recuerdos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario