lunes, 6 de diciembre de 2010

Una foto con final feliz...y otra no

Por la Biblioteca del Museo Etnográfico de Castilla y León

“Todos los pueblos tienen historias que contar…historias del pasado,
 incluso del más lejano.”
(Puerca tierra. John Berger)

Una foto con final feliz

San Cebrián de Castro es un municipio zamorano perteneciente a la comarca de Tierra del Pan. Wikipedia nos informa que en la actualidad son 301 las personas que allí viven, si bien ha estado habitado desde la prehistoria, como así lo atestiguan cercanos restos arqueológicos.
Pero toda esta historia de más de 180.000 años pudo haberse terminado hace no mucho tiempo…

Meses atrás, durante los trabajos de documentación e investigación para la exposición “Sueños de plata: fotografía y antropología en Castilla y León” apareció en el Archivo Histórico Provincial de Valladolid la siguiente fotografía:


La imagen está tomada en el año 1957 y forma parte de un informe sobre el problema social que podría generar una ampliación del Embalse de Ricobayo. Este informe y las fotografías que le acompañan puede ser consultado en el Archivo Histórico Provincial de Valladolid. [Inspección Regional del IRYDA (caja 386/10)]

La fotografía muestra la plaza e iglesia parroquial de San Cebrián de Castro y la línea azul pintada a mano indicaría la altura máxima del nivel de las aguas una vez ampliado el embalse de Ricobayo.
Vista la toma, casi podemos decir que – como en tantos otros casos -  el campanario de la iglesia de San Cebrián iba a ser el único recuerdo visible del pueblo. Por fortuna no fue así, finalmente quedó desestimada la ampliación del embalse y San Cebrián sigue estando donde siempre ha estado.

La fotografía forma parte de la exposición “Sueños de plata: fotografía y antropología en Castilla y León”, que puede ser visitada en el Museo Etnográfico hasta la primera quincena del mes de enero de 2011.

Una foto sin final feliz

El 28 de noviembre de 1945 se dio uno de los éxodos más tristes que un pueblo tuvo que realizar durante la época del franquismo por culpa de la inundación del mismo. El pueblo de Oliegos, en la verde y montañosa Cepeda leonesa, fue sepultado por el embalse de Villameca. 38 familias recogieron sus enseres, cerraron las puertas de sus casas y emprendieron viaje en 30 vagones , los tres primeros para las personas y los 27 restantes para el ganado y sus pertenencias. El destino, Foncastín, en la llana y cerealista provincia de Valladolid.

En octubre del año 2007, el Museo Etnográfico de Castilla y León vivió (a mi juicio) una de las jornadas más emotivas de su corta historia, cuando Pablo Sánchez Pérez, coordinador de una publicación sobre el éxodo de Oliegos, vino acompañado de Piedad, Pedro y Elvinda, protagonistas a su pesar, quienes recordaron tan triste y forzoso traslado.
Quien desee profundizar en esta historia, puede escuchar en la fonoteca del Museo la grabación de tan emotivo encuentro mientras hojea la publicación “Foncastín, la luz de Oliegos” en la biblioteca del Museo Etnográfico de Castilla y León.

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