martes, 4 de octubre de 2011

Pasaba por aquí...

Fernando Martos
Licenciado en Ciencias de la Educación. Responsable de las actividades de animación a la lectura por los centros escolares de la provincia de Zamora. Narrador oral y escritor. Premio Fomento de la Lectura 2005, de la Federación del Gremio de Editores de España (LIBER 2005) y Premio Pep Sempere 2007, de la Asociación de Maestros y Profesionales Pizpirigaña de Arenas de San Pedro(Ávila).
 



 
Contra todo monólogo

Cuando la República Democrática Alemana se unificó a la Alemania occidental, los niños que estudiaban con una cartilla escolar que se llamaba “nuestro primer libro” pasaron a estudiar con otra cartilla de nombre bien diferente: “mi primer libro”. Si desaparece el colectivo desaparece el diálogo y desaparece con ello la idea de colaborar con un objetivo común. Se insiste en su desaparición desde muchas instancias. Aunque un equipo deportivo, por la estrategia del equipo, equipo de presentes y ausentes, gana en lo que compite, es moderno adjudicar un premio al mejor jugador, hay una insistencia voraz por anular en definitiva al grupo como si la cara de todos quedará mal en la foto del periódico. Parece que nos resulta insoportable vivir comunalmente disueltos. O cuando un grupo de ciudadanos reivindica un derecho colectivo inmediatamente se busca el nombre del líder que lo incita: a su portavoz.

Y como digo, anulado lo colectivo se anula el diálogo y todo se vuelve monologable. Constantemente se nos pide desde los medios que respondamos “sí o no” a multitud de encuestas. Primero, así, se anulan los matices: no hay otros puntos de vista que quepan en la respuesta. Segundo: se anula la posibilidad de discutir, deducir, profundizar, repensar y abrir otras respuestas ya que la realidad es compleja y no puede admitir un “sí o no” necio y vanidoso. La democracia que hoy practicamos es eso: puro monólogo.

Más ejemplos, hay muy pocos museos de lo colectivo (el Etnográfico lo es afortunadamente). En muchas pinacotecas se componen exposiciones de autores concretos. Es necesario para ver su trayectoria pero echo de menos exposiciones de un grupo de artistas que compartan algo en su obra, de momentos en la historia donde confluyeron distintos talentos, o que junto al cuadro o la escultura  pueda aparecer un invento de la época o un objeto para advertir que el talento tuvo algún apoyó colectivo.

Aquello de que “yo soy yo y mis circunstancias” ha pasado a ser “yo soy yo y mi copyright”.  Se impone lo original y yo tengo que hablar de mí y me apunto ocurrencias que forman parte de la historia de la humanidad o del pensamiento contemporáneo pero que formulo como una idea genial (hasta frases hechas y refranes se formulan hoy como ideas filosóficas novedosas). Idea que no espera ser respondida pues para eso hablo en un medio de comunicación en el que el espectador tiene prohibida la posibilidad de comunicarse y desdecirme. Como mucho queda el “haga usted un comentario” monólogo en definitiva y perdido entre los anteriores y siguientes comentarios de la página: me creo que hablo con todos y resulta que no hablo más que conmigo y que nadie me escucha.

Compartir una narración con un colectivo supone comunicarse en su lengua, no digo idioma, digo en su conjunto de referencias compartidas. Luego debe considerar quién escucha, el por qué y el cómo y el para qué; se deben permitir las interrupciones; debe tener una conclusión coral y en cierto modo por ser coral también una conclusión moral; debe mejorarnos y liberarnos. La narración oral, por subversiva, tiene mucho de liberación y de complicidad. Pero si es un monólogo, donde uno habla de sí mismo y donde se busca que el espectador valore la gracia (chiste) pero que nunca llegue a identificarse con el drama, con el otro, (a lo sumo que dé una limosna  para un pobre pero que nunca pregunte por qué es pobre); donde el lenguaje es tramposo porque no quiere implicarnos sino disuadirnos, que no quiere emanciparnos si no entretenernos...pero si es un monólogo, todo rastro de colectividad queda anulado.

Por eso los esfuerzos por comunicarse y conversar con los otros para reunir y reencontrar a los que están fuera me parece que lo debemos defender y apoyar. Que esta cartilla que abro sea “nuestra” primera cartilla. Que todo el esfuerzo de los responsables de esta iniciativa acabe recuperando la caraba que era esa reunión para hablar de lo nuestro en la plaza pública. Y que nos veamos para hablar. Aquí sólo quiero reivindicar el diálogo contra todo monólogo. Salud y buena jera.

Fernando Martos.

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