Por la Biblioteca
del Museo Etnográfico de Castilla y León
Pues eso, que de
vez en cuando me pregunto cómo puedo haber acabado de bibliotecario. Y por más
que me lo pregunto sigo sin saber por qué me gusta leer. Bueno, ahora ya en edad
adulta puedo dar mil motivos que justifican mi pasión por la lectura y porque
he enfocado una vida a trabajar rodeado de libros; pero claro, ahora que soy
mayorcito…
Mis primeros
recuerdos lectores son casi traumáticos. La profesora de párvulos que nos
enseñaba a leer en el cole nos ponía en fila a recitar la cartilla, y digo
bien, a recitar. Quien no la leía correctamente se quedaba un buen rato de
rodillas cara a la pared. El resultado de esto es que yo no aprendí a leer, si
no que aprendí a memorizar desde bien pequeño. Era tal el miedo a no leer bien
delante de la señorita que directamente me aprendía de corrido la página que
tocaba ese día. Desde luego no es un buen comienzo ¿verdad?
Pasaron los años
escolares y llegamos a Primero de BUP.
En ese curso nos topábamos de frente con la asignatura «Lengua española y literatura». Me parece, ya ni me acuerdo, que
tendríamos ahí unos 14 años. Pues bien, para unos chavalucos de esa edad,
iniciar nuestro «historial lector» con títulos como ‘La Celestina’, ‘El
Quijote’ o ‘Tiempo de silencio’ creo que debería estar prohibido, como mínimo,
por “La Convención de Ginebra”…
En fin, que a
qué viene todo este rollo, pues que ya hace unos cuantos años me recomendaron
un libro que ahora recomiendo aquí, «Como una novela», del escritor y profesor
francés Daniel Pennac. En este libro, que no es novela ni ensayo, si no todo lo
contrario, Pennac reflexiona sobre la lectura, la enseñanza y los libros de
forma muy amena, casi estableciendo una
conversación con el lector, planteando preguntas que cada uno debe tratar de
responder.
El caso es que
precisamente antes de ayer, entré a una librería y vi el famoso poster ilustrado con los “Diez
derechos del lector” que Daniel Pennac nos regala en este libro.
Si mis
profesores de aquellos años hubieran respetado al menos cinco de estos
derechos, seguro que mis recuerdos serían bien diferentes.
Yo desde
aquí prometo respetar y ser fiel a este
decálogo en la educación lectora de mis hijos. Lo juro…
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