miércoles, 22 de junio de 2011

Acudid, noble auditorio…

Por la Biblioteca del Museo Etnográfico de Castilla y León

La necesidad de contar historias ha existido siempre desde que el hombre es hombre; al fin y al cabo, casi cualquier escena de caza pintada en las cuevas del Paleolítico no son más que una narración gráfica de una estupenda jornada de campo con los amigotes ¿no?.
Hoy en día la televisión, la radio o internet se encargan de la labor transmisora de historias, pero cuando no existían estos “instrumentos del maligno”, ¿cómo se difundían las noticias por los pueblos de España? , ¿Cómo se enteraba el público de los sucesos escabrosos que acontecían por otros parajes?...

Desde la invención de la imprenta en el siglo XV y hasta bien entrado el siglo XX por toda España circulaban los copleros ambulantes. Este peculiar colectivo estaba generalmente compuesto por buhoneros más o menos ciegos, más o menos lisiados o más o menos caraduras que, previo toque de corneta para congregar al público, cantaban, recitaban y pregonaban versos a viva voz para satisfacción del auditorio.
Siempre fueron un éxito asegurado los temas religiosos así como los grandes romances históricos y épicos de los que nuestra tradición oral es rica, esos romances en los que hasta de muerto se vencen batallas; si bien con el paso de los años y a medida que nos acercamos al siglo XX los romances favoritos fueron derivando de la épica a la truculencia, de lo heroico a lo sádico… ¡Menos mal que ya no existen los copleros ambulantes, porque ahora para competir con la televisión como poco tendrían que asesinar a alguien en directo en medio de la plaza del pueblo!

Aquí os dejo un fragmento para escuchar deLa disputa del tres y del cuatro, cantado por Cesáreo Orejudo, natural de Vegas de Matute (Segovia) y recogido en junio de 2002 por  Mª. Eugenia Santos y Carlos A. Porro.

Estos buhoneros vivían de lo que el auditorio les quería dar por su narración y de vender estampas u oraciones impresas y pliegos sueltos y aleluyas con coplas y romances. Estas hojillas consistían en obras literarias cortas y amenas que se compraban por unas pocas monedas y que por estar atadas con una cinta o cordón dieron en llamarse pliegos de cordel.
Aleluya con un curioso ciclo vital

Por su parte, las aleluyas, casi como los modernos cómics, eran una serie de estampas con versos al pie que el ciego recitaba de memoria al tiempo que señalaban las ilustraciones.

En la biblioteca del Museo Etnográfico de Castilla y León hay abundante bibliografía sobre las coplas de ciego. Asimismo, la fonoteca alberga muchos ejemplos de romances y coplas de ciego recogidas en los años ’80 y que permanecían aún en la memoria de quienes habían visto actuar al ciego…

Quien sabe, quizás la crisis haga que surjan nuevos copleros ambulantes que recojan romances de malvados banqueros que estrangulan (económicamente) al pueblo o de modernos héroes que acaban (democráticamente) con los responsables de todo esto… A mi me apetecería escucharlo, la verdad, ¿y a vosotros?

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