miércoles, 6 de febrero de 2013

De vez en cuando me pregunto cómo puedo haber acabado de bibliotecario…


Por la Biblioteca del Museo Etnográfico de Castilla y León

Pues eso, que de vez en cuando me pregunto cómo puedo haber acabado de bibliotecario. Y por más que me lo pregunto sigo sin saber por qué me gusta leer. Bueno, ahora ya en edad adulta puedo dar mil motivos que justifican mi pasión por la lectura y porque he enfocado una vida a trabajar rodeado de libros; pero claro, ahora que soy mayorcito…

Mis primeros recuerdos lectores son casi traumáticos. La profesora de párvulos que nos enseñaba a leer en el cole nos ponía en fila a recitar la cartilla, y digo bien, a recitar. Quien no la leía correctamente se quedaba un buen rato de rodillas cara a la pared. El resultado de esto es que yo no aprendí a leer, si no que aprendí a memorizar desde bien pequeño. Era tal el miedo a no leer bien delante de la señorita que directamente me aprendía de corrido la página que tocaba ese día. Desde luego no es un buen comienzo ¿verdad?

Pasaron los años escolares y llegamos a Primero de  BUP. En ese curso nos topábamos de frente con la asignatura «Lengua española y literatura». Me parece, ya ni me acuerdo, que tendríamos ahí unos 14 años. Pues bien, para unos chavalucos de esa edad, iniciar nuestro «historial lector» con títulos como ‘La Celestina’, ‘El Quijote’ o ‘Tiempo de silencio’ creo que debería estar prohibido, como mínimo, por “La Convención de Ginebra”…

En fin, que a qué viene todo este rollo, pues que ya hace unos cuantos años me recomendaron un libro que ahora recomiendo aquí, «Como una novela», del escritor y profesor francés Daniel Pennac. En este libro, que no es novela ni ensayo, si no todo lo contrario, Pennac reflexiona sobre la lectura, la enseñanza y los libros de forma muy amena, casi estableciendo  una conversación con el lector, planteando preguntas que cada uno debe tratar de responder. 

El caso es que precisamente antes de ayer, entré a una librería y vi  el famoso poster ilustrado con los “Diez derechos del lector” que Daniel Pennac nos regala en este libro. 



Si mis profesores de aquellos años hubieran respetado al menos cinco de estos derechos, seguro que mis recuerdos serían bien diferentes.

Yo desde aquí  prometo respetar y ser fiel a este decálogo en la educación lectora de mis hijos. Lo juro…

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